De repente nos hemos visto paseando por el Coliseo, nos hemos hallado ante el arco de Constantino, hemos visto a lo lejos el foro romano, viendo el foro de trajano con su imponente columna y terminando por admirar el impresionante monumento a Victor Manuel (no al marido de Ana Belen, jejeje)
Nuestros pies nos han llevado leyendo esta ciudad como si de un libro se tratara hasta la fontana di Trevi, pero esta vez no he echado la moneda (no sé, quizá el paso de los años me ha hecho más escéptica con las supersticiones). Y andando, andando, hemos llegado hasta la Plaza de España que casualmente celebraba tambien el aniversario de la caída del muro de Berlín, representando en su monumental Escalinata (de 135 peldaños, fundada por el Papa Benedicto XIII con ocasión del jubileo en 1725), una parte de dicho muro.
Y de allí hemos llegado hasta el Vaticano, no sin antes toparnos con el castillo de SantAngelo, tambien conocido como el mausoleo de Adriano, mandado construir por éste para uso personal en el año 135 . Despues pasó a ser de uso militar.
Y de allí hemos llegado hasta el Vaticano, no sin antes toparnos con el castillo de SantAngelo, tambien conocido como el mausoleo de Adriano, mandado construir por éste para uso personal en el año 135 . Despues pasó a ser de uso militar.
Hemos andado cada uno de los escalones que suben a la cúpula de San Pedro (agotador) para terminar extasiados viendo la imponencia de la ciudad a vista de pájaro y, precisamente estando ahí arriba pudimos ver bandadas bailarinas de estorninos, una auténtica obra de Dios.
El otoño en Roma es de una belleza especial, las hojas callendo sobre el Tíber la altura de la Isla Tiberina y tiñendo el caire de tonos ocre, una auténtica delicia.